Marebonrou, es un pueblo a lo largo de la ruta interestatal entre Benín y Níger, se encuentra en el corazón de la vida rural de Benín. Este lugar es hogar de una mezcla de culturas, donde conviven los antiguos grupos étnicos Baatombou, Gandos y Peluh. La población actual es de 1.500 personas, de las cuales más de la mitad son mujeres (55%) y la población menor de 20 años es la más numerosa.
La vida en Marebonrou sigue el ritmo tranquilo de la agricultura y la ganadería, que son los pilares de la economía local. Sin embargo, la agricultura es una actividad que se lleva a cabo sólo en una parte del año, por lo que se trata de comunidades que adaptan su vida a las estaciones climáticas y en gran parte es una economía de subsistencia que no aporta ingresos a las familias.
En Benín la pobreza es una realidad cotidiana, con aproximadamente el 70% de la población viviendo con menos de 3,20 dólares al día. La desnutrición afecta al 10,4% de la población, mientras que el trabajo infantil es una preocupación, con un alarmante 52% de niñas de entre 5 y 14 años trabajando para ayudar a sus familias.
En la comunidad la escasez de agua es uno de los grandes desafíos, ya que solo hay 4 meses de lluvia que se concentran entre noviembre y febrero, seguidos de largos meses de sequía. La situación es precaria ya que el agua disponible está contaminada, lo que junto con la falta de higiene adecuada, es una fuente constante de enfermedades, desde diarreas y vómitos hasta dolores estomacales crónicos y enfermedades graves como el cólera, la malaria y la fiebre tifoidea.
En este contexto, la ICLI (Ingeniería para la Cooperación), junto con Cáritas Benín, puso en marcha un proyecto enfocado en el suministro de agua. Para ello, se perforo un pozo de 70 metros para asegurar un suministro confiable de agua, se instaló una bomba vertical para llevar el agua a superficie y se construye una torre de agua con dos depósitos de 2500 litros para garantizar un flujo constante incluso en las temporadas de sequía. Para hacerlo más sostenible, se instalaron paneles solares para mantener el sistema en funcionamiento de manera sostenible.
Para la adecuada gestión del agua, se creó un comité del agua formado por dos mujeres y un hombre pertenecientes a ONGs y asociaciones locales, y se fijó e precio del bidón de 25 litros en aproximadamente 3 céntimos de euro. También se llevó a cabo por el agente social, una formación en higiene de tres meses, al tiempo que se sensibilizaba a la población en la prevención de las enfermedades derivadas del consumo de agua.
A lo largo del proyecto, se ha demostrado como el sistema de pago por consumo fomenta el sentido de propiedad y promueve la autogestión sostenible. También se ha podido observar como la participación activa de las asociaciones locales es un indicio prometedor de una mayor implicación de la ciudadanía. El proyecto representa una valiosa experiencia piloto en la extracción de agua subterránea mediante energías renovables, lo que no solo ha beneficiado a la agricultura sino que también lo ha hecho de manera significativa en la ganadería.